A pesar de que
habían trasnochado, nos levantamos temprano, con la ilusión de visitar el Teide
y comprobar por nosotros mismos la veracidad de las informaciones que nos
habían dado sobre los maravillosos paisajes que se divisan mientras asciendes hacia el volcán.
Nada más
desayunar, nos dirigimos caminado por las adoquinadas calles de Santa Cruz
hacia la estación del ferrocarril que está en la parte más alta de la ciudad.
Compramos los billetes, y nos apresuramos a subir, ya que se aproximaba la hora
de partida.
La primera
parte del trayecto era una mezcla de zonas agrícolas y viviendas, en las que
podíamos apreciar como los lugareños llevaban a cabo las tareas del campo. Al
llegar a las primeras llanuras, le preguntamos a unos señores que iban sentados
en el los asientos contiguos sobre que zona de la isla era aquella,
indicándonos que ya estábamos a las afueras de la Laguna. Mirando a nuestra
izquierda allí estaba la ciudad, destacando varias torres que supusimos eran de
las iglesias.
El tren tras
una breve parada en la estación, continuó su marcha hacia la Esperanza , donde pudimos
ver como el paisaje iba cambiando, se alternaban terrenos de labranza con
pequeños bosques de eucaliptos y casas dispersas.
El tren
continuó su camino ascendiendo entre pinos, hasta que en un momento dado
comenzamos a sortear pequeñas montañas y picachos entre los cuales podíamos
divisar los verdes valles de Güímar y la Orotava.
Entonces fue cuando se hizo realidad todo lo que nos habían
comentado sobre la grandeza de lo que veríamos, es más, se habían quedado
cortos en sus opiniones.
Alternando
vistas a un valle y otro, llegamos a la estación que enlaza la línea del
ferrocarril con el tren del norte, el que va desde Santa Cruz a La Orotava , a través de un funicular. Paramos unos
minutos para que diera tiempo a subir a los viajeros que esperaban en la
estación, teniendo la mayoría apariencia de turistas como nosotros.
Continuamos
viaje sin poder dejar de mirar por las ventanillas, y de repente allí estaba el
Teide, destacando entre todo el paisaje. Avanzamos entre coladas, cráteres y
plantas que nos resultaban desconocidas, hasta llegar a un lugar de color
blanco, que contrastaba con los rojos y negros brillantes del entorno,
averiguando posteriormente que eran las minas de San José.
Por fin, tres
horas después de iniciar la marcha en
Santa Cruz, llegamos a la estación final, donde cogiendo otros trenes más
pequeños, se podía ir a Guía de Isora o Vilaflor. Caminamos por los alrededores
de la estación, para disfrutar del entorno antes de coger el funicular que nos
llevaría hasta la cima del Teide.
Compramos
nuestros billetes para el funicular y nos pusimos a la cola para iniciar
nuestro ascenso. Por suerte no tuvimos que esperar mucho, ya que llegamos en el
primer ferrocarril que subía hasta el Teide.
A medida que
íbamos ascendiendo, el paisaje que se divisaba era más espectacular, cuando de
repente alguien dijo “Mira La
Gomera , y La palma” a lo que alguien respondió “lo que se
ve en la lejanía, ¿no es el Hierro?
Efectivamente, eran las tres islas.
Mirando hacia
nuestra izquierda podíamos ver también Gran canaria. Al bajarnos de la cabina,
nos quedamos sin palabras, era indescriptible lo que estábamos viendo.
Decidimos quedarnos sentados sobre unas rocas y disfrutar el momento.
Durante el
regreso a Santa Cruz, no parábamos de comentar lo que habíamos vivido, las
sensaciones que habíamos experimentado. Un día que nunca olvidaremos.
Relato de
ficción que bien puso haber sido una realidad si el proyecto de ferrocarril de
1912, conocido como “Ferrocarril Central para Tenerife” se hubiese llegado a
construir.
EL PROYECTO
En el año 1912 el ingeniero Juan José Santacruz había concebido
un proyecto de ferrocarril que tenía como fin unir el Teide con Santa Cruz de
Tenerife por su línea principal y con la Orotava , Vilaflor y Guía de Isora con tres
ramales secundarios.
El
trazado principal propuesto se inicia en Santa Cruz, en la parte alta de la
ciudad, junto a la estación de llegada del funicular que se pretendía instalar
para unir este punto con el centro y puerto.
Una vez
superadas las pendientes hacia el Valle de La Laguna , las vías lo
atravesarían por la parte Norte hasta llegar a Los Rodeos. Continuarían su
trazado por los llanos que rodean La
Esperanza para luego ascender hasta Las Cañadas bordeando los
picachos de las cumbres, alternando la parte norte con la sur, ajustándose al
terreno. Atravesaría los picos de Ayese e Ygeque, punto en el por medio de un
funicular o ferrocarril de cremallera enlazaría con el ferrocarril a La Orotava.
Entraría
en Las Cañadas por el Portillo, avanzando hacia el Teide por Montaña Rajada, siguiendo por las llanuras de
la Caldera hasta
llegar a las faldas del volcán por su cara suroeste, donde finalizaría esta
línea principal, que enlazaría con Vilaflor y Guía de Isora con sendos
funiculares o cremalleras.
La
ascensión del Teide se realizaría desde este punto por medio de un ferrocarril
de cremallera o funicular, que salvando las pendientes, trasladaría a los
visitantes hasta el mismo pico.
El
Ayuntamiento de Santa Cruz acordó remitir al Presidente del Consejo de
Ministros una solicitud de declaración de interés estratégico para este
proyecto, destacándose como uno de los factores de interés las ventajas que
aportaría al desarrollo turístico de la isla.
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