MENU

DESTACADOS

LIBROS PUBLICADOS REDES SOCIALES
Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket

miércoles, 26 de febrero de 2025

LOS QUE HAN SUBIDO AL TEIDE: GEORGE GLASS

George Glas subió al pico del Teide a principios del mes de septiembre de 1761, dejando se relato en

"The history of the discovery and conquest of the Canary Islands: tr. from a Spanish manuscript lately found in the island of Palma. With an enquiry into the origin of the ancient inhabitants. To which is added, A description of the Canary Islands, including the modern history of the inhabitants, and an account of their manners, customs, trade," 

publicado en Londres en 1764.


Fuente: "...A description of the Canary Islands..." - Londres - 1764.


The history of the discovery and conquest of the Canary Islands
La historia del descubrimiento y conquista de las Islas Canaria
s

Cap IX- Of the Pike of Tenerife
CAPÍTULO IX - Del Pico de Tenerife

A principios del mes de septiembre de 1761, a eso de las cuatro de la tarde, salí a caballo, en compañía del capitán del barco desde el Puerto de la Orotava, para visitar el pico. Llevábamos con nosotros un sirviente, un arriero y un guía; después de ascender unas seis millas, llegamos hacia la puesta del sol a la casa más alejada del mar por este camino, esta estaba en una hondonada. Allí encontramos un acueducto de canales o caños abiertos, que conduce agua desde la parte alta de la hondonada. Allí nuestros sirvientes abrevaron los animales y llenaron algunos barriles pequeños con agua, para utilizarlos en nuestra expedición. Mientras estuvieron ocupados, nos apeamos y caminamos hacia la hondonada, que encontramos muy agradable, llena de muchos árboles que despedían un oloroso perfume. Cerca de las casas hay algunos campos de maíz o maíz indio; en varios lugares de este lado de la isla, los nativos tienen dos cosechas de este grano. Subiendo de nuevo, viajamos durante algún tiempo por un camino empinado, entramos en el bosque y las nubes justo cuando oscurecía; no podíamos perdernos, ya que el camino estaba bordeado a ambos lados por árboles o arbustos, que eran principalmente laurel, sabina y brezos o matorrales. Después de viajar alrededor de una milla, llegamos al borde superior del bosque por encima de las nubes, donde desmontamos, hicimos un fuego y cenamos; poco después nos acostamos a dormir bajo los arbustos. Aproximadamente media hora después de las diez, con la luna brillando fuerte, montamos de nuevo y viajamos lentamente durante dos horas, por un camino en mal estado, que parecía ruinas de edificios de piedra esparcidos por los campos. Después de salir de este camino, nos topamos con pequeñas piedras pómez blancas, como guisantes o guijarros. Aquí cabalgamos a buen ritmo durante casi una hora. El aire ahora comenzó a ser muy cortante, frío y penetrante, el viento soplaba fuerte del suroeste o del oeste-suroeste. Nuestro guía nos aconsejó que desmontáramos y descansáramos, ya que era el lugar adecuado, hasta las cuatro o cinco de la mañana. Seguimos su consejo y entramos en una cueva, cuya boca estaba construida hasta la altura de un hombre, para evitar que entrara el viento y el frío. Cerca de este lugar tuvimos la suerte de encontrar algunas retamas secas y marchitas, que era el único arbusto que vimos por allí; con ellas hicimos un gran fuego para calentarnos y luego nos quedamos dormidos, pero pronto nos despertó una picazón en la piel, "que imaginamos que provenía de pulgas”, pero que se debía al aire frío y enrarecido, a la falta de descanso y a dormir con la ropa puesta, algo que he visto que le ocurre a la gente en tales expediciones. Pasamos el tiempo aquí lo mejor que pudimos pero mientras nos arrastramos cerca del fuego, un lado estaba casi quemado, y el otro entumecido de frío.

A eso de las cinco de la mañana montamos de nuevo y viajamos lentamente alrededor de una milla, porque el camino aquí era demasiado empinado para viajar a caballo y nuestros animales estaban fatigados. Por fin, llegamos entre unas grandes rocas separadas, donde había un fuerte o cabaña construida con piedras sueltas; el nombre de este lugar, nos dijo nuestro guía, era “Estancia de los Ingleses”, llamada así, supongo, por algunos ingleses que descansaban allí en su camino de subida al pico, porque nadie hace este viaje excepto los extranjeros y algunas personas pobres de la isla, que se ganan el pan recogiendo azufre; la nobleza española no tiene curiosidad de este tipo. Aquí nos bajamos de nuevo, el resto de nuestro camino era demasiado empinado para montar a caballo, dejamos a uno de nuestros sirvientes para que cuidara de los animales; luego continuamos nuestro viaje a pie. Caminamos mucho para entrar en calor, pero pronto nos fatigamos por lo empinado del camino, que también era suelto y arenoso. Cuando llegamos a la cima de esta colina, nos topamos con una gran cantidad de grandes piedras sueltas, cuyas superficies son planas; cada una de esas piedras o rocas tenía, en promedio, unos diez pies en cada dirección. Este camino no era tan inclinado como el otro, pero nos vimos obligados a recorrer un trecho considerable sobre las rocas, saltando de una a otra, porque no estaban muy cerca unas de otras. Entre ellas hay una caverna, donde hay un pozo o depósito natural, al que descendimos por una escalera que la gente pobre colocó allí para ese propósito. Esta caverna es espaciosa por dentro, tiene casi diez yardas de ancho y veinte de alto; todo el fondo, excepto justo al pie de la escalera, está cubierto de agua, que tiene unas dos brazas de profundidad, y luego se congela hacia los bordes interiores de la cueva; intentamos beber de esta agua, pero no pudimos, debido a su excesiva frialdad. Sin embargo, nuestro guía llenó una botella que había traído a propósito de la estancia. Después de viajar alrededor de un cuarto o media milla sobre los grandes piedras o rocas, llegamos al fondo del verdadero pico, o pan de azúcar, que es muy escarpado, y para aumentar la dificultad del ascenso, el suelo es suelto y cede bajo los pies, en consecuencia es extremadamente fatigoso porque aunque la longitud de esta cima no es más de media milla, sin embargo, nos vimos obligados a detenernos y tomar aliento, creo que treinta veces; por fin llegamos a la cima, donde nos quedamos acostados alrededor de un cuarto de hora para descansar, ya que estábamos bastante agotados por la fatiga. Cuando salimos de la estancia por la mañana, el sol estaba superando las nubes, que se extendían debajo de nosotros a gran distancia, pareciendo un océano. Por encima de las nubes, a mucha distancia hacia el norte, vimos algo negro, que imaginamos que era la cima de la isla de Madeira. Tomamos la orientación con una brújula de bolsillo y vimos que estaba exactamente en la dirección de esa isla desde Tenerife; pero antes de llegar a la cima del Pico, desapareció. Vimos desde allí las cimas de las islas de la Palma, Gomera, Hierro y Gran Canaria; parecían estar muy cerca, pero no pudimos distinguir Lanzarote ni Fuerteventura, porque no son lo suficientemente altas para superar las nubes. Desgraciadamente, no encontramos el aire completamente claro y libre de nubes, de lo contrario no sé si habríamos podido ver Madeira, Porto Santo e incluso la parte más cercana del Monte Atlas, que está a unas cien leguas de distancia de aquí; porque aunque dije antes que viendo el Pico desde el océano no se podía distinguir del cielo a más de ciento cincuenta o ciento sesenta millas, sin embargo, debe observarse que el aire sobre las nubes es mucho más delgado, más puro y más libre de vapores que el aire de abajo; porque antes de llegar a la Estancia de los Ingleses, observamos que la luna y las estrellas brillaban con un brillo poco común; Además, la forma esférica de la Tierra no podría impedirnos sentir el monte Atlas, porque su cima y la de Tenerife, a causa de su inmensa altura (aunque tan distantes) se elevarían mucho sobre el horizonte. Pero si la visión se extiende hasta donde estoy insinuando ahora, dejo a otros que lo determinen.

Después de descansar un rato, empezamos a mirar a nuestro alrededor y a observar la parte superior del Pico. Sus dimensiones parecían ser exactamente las descritas por un tal señor Eden, cuyo ascenso al Pico encontramos descrito en algunos de nuestros relatos de las Islas Canarias. Dice que tiene una longitud de unas ciento cuarenta yardas y una anchura de ciento diez. Es hueco y tiene por dentro la forma de una campana volteada. Desde los bordes o parte superior de esta campana, o caldera, como la llaman los nativos, hasta el fondo hay unas cuarenta yardas. En muchas partes de este hueco observamos humo y vapores de azufre que salían en bocanadas. El calor del suelo en algunos lugares particulares era tan intenso que penetraba a través de las suelas de nuestros zapatos hasta nuestros pies; al ver algunas manchas de tierra o arcilla blanda, probamos el calor con los dedos, pero no pudimos introducirlos más de media pulgada, porque cuanto más íbamos más profundo, más intenso sentíamos el calor. Entonces tomamos el bastón de nuestro guía y lo clavamos a una profundidad de tres pulgadas en un agujero o lugar poroso, donde el humo parecía ser más denso, y lo mantuvimos allí durante un minuto aproximadamente, y luego lo sacamos, cuando vimos que se había quemado hasta convertirse en carbón. Recogimos muchos trozos de azufre muy curiosos y hermosos, de todos los colores, especialmente azul celeste, verde, violeta, amarillo y escarlata. Pero lo que más llamó la atención de mi compañero fue la apariencia extraordinaria y poco común de las nubes debajo de nosotros, a gran distancia; parecían el océano, solo que su superficie no era del todo azul y lisa, sino que tenían la apariencia de lana muy blanca; y donde este océano nublado, como puedo llamarlo, tocaba la costa, parecía espumoso como olas rompiendo en la costa. Cuando ascendimos a través de las nubes, estaba oscuro; pero cuando ascendimos de nuevo, entre las diez y las once, la luna brillaba con fuerza; las nubes estaban entonces debajo de nosotros, y a una milla de distancia aproximadamente; las confundimos con el océano y nos maravillamos de verlo tan cerca; No nos dimos cuenta de nuestro error hasta que salió el sol. Cuando descendimos hacia las nubes, al regresar de Pico, y entramos en ellas, nos parecieron una niebla espesa, como las que solemos encontrar en Inglaterra; todos los árboles de los bosques antes mencionados y nuestras ropas estaban empapadas por la niebla.

El aire en la cima del Pico era fino, frío, penetrante y de naturaleza seca y abrasadora, como los vientos del sudeste que he sentido en el gran desierto de África, o los vientos del Levante en el Mediterráneo; o incluso no muy diferente de esos vientos secos del este que son frecuentes en las partes del norte de Europa, cuando el tiempo está despejado, en los meses de marzo o abril.

Al ascender a la parte más alta de la montaña, llamada el “Pan de Azúcar”, que es muy empinada, nuestros corazones jadeaban y latían con vehemencia, de modo que, como ya he dicho antes, nos vimos obligados a pararnos más de treinta veces para tomar aliento; pero no puedo determinar si esto se debió a la escasez de aire que dificulta la respiración o a la fatiga poco común que sufrimos al subir la colina; pero creo que se debió en parte a lo uno y en parte a lo otro. Nuestro guía, un anciano delgado y ágil, no se sintió afectado de la misma manera que nosotros, sino que subió con prisas, como una cabra; porque era uno de esos pobres hombres que se ganan la vida recogiendo azufre en la caldera y en otros volcanes, ya que el Pico no es otra cosa, aunque no ha erupcionado durante algunos años, como se puede entender claramente por la naturaleza de su sustancia; y, de hecho, toda la cima de la isla muestra señales evidentes de alguna terrible revolución que ha sucedido en Tenerife; porque el “pan de azúcar” no es otra cosa que tierra mezclada con cenizas y piedras calcinadas, arrojadas desde las entrañas de la tierra; y las grandes piedras cuadradas, antes descritas, parecen haber sido arrojadas desde la caldera o hueco del Pico, cuando era un volcán. La cima del Pico es inaccesible por todos lados, excepto por el que subimos, es decir, por el lado este. Su parte más empinada está al noroeste, hacia Garachico. Por ese lado lanzamos algunas rocas sueltas, que rodaron un gran trecho, hasta que las perdimos de vista.

Después de inspeccionar todo lo digno de observación, regresamos a la estancia, donde dejamos nuestros caballos; el tiempo total empleado en descender desde la cima del Pico hasta este lugar fue solo media hora, aunque el ascenso nos llevó aproximadamente dos horas y media. Eran ahora aproximadamente las diez de la mañana, y el sol brillaba tan excesivamente caliente que nos obligó a refugiarnos en la cabaña; Como estábamos muy fatigados, nos acostamos allí con la intención de dormir, pero no pudimos por el frío, que era tan intenso bajo la sombra, que nos vimos obligados a encender un fuego para mantenernos calientes.

Después de descansar un poco, montamos a caballo alrededor del mediodía y descendimos por el mismo camino por el que habíamos subido, y llegamos a unos pinos, situados a unas dos millas por encima de las nubes; entre estos pinos y el Pico no crece ninguna hierba, arbusto, árbol, nada verde, excepto la retama antes mencionada. Alrededor de las cinco de la tarde llegamos a La Orotava, sin haber desmontado para detenernos, sólo para caminar algunas partes donde el camino era demasiado empinado para montar a caballo. Calculamos que la distancia total que recorrimos en las cinco horas que tardamos en bajar desde la Estancia a La Orotava fue de unas quince millas inglesas, viajando a una velocidad de tres millas por hora; supongamos entonces que deducimos cinco de estas por vueltas y recodos, la distancia desde el mar hasta la Estancia, en línea recta, será de unas diez millas; Si se compara cuidadosamente con la subida del camino, estimo que la altura perpendicular de la Estancia será de aproximadamente cuatro millas inglesas; a lo que se suma una milla de altura perpendicular desde allí hasta la Pico, el total será de aproximadamente cinco millas inglesas. Estoy muy seguro de que no puedo equivocarme en este cálculo por encima de una milla en ambos sentidos. No hay lugar en el mundo más apropiado para un observatorio que la Estancia; si se construyera una casa o cabaña cálida y cómoda sobre ella, para acomodar a los astrónomos mientras dure el clima moderado, es decir, durante todo julio, agosto y septiembre, podrían hacer sus observaciones, tener en cuenta el viento y el clima de la región por encima de las nubes y observar su naturaleza y propiedades. Pero si alguien tiene la intención de visitar el Pico, le aconsejaría que espere a que haya un clima agradable y despejado, lleve consigo una buena tienda de campaña, abundante agua y algunas provisiones, para poder permanecer en la Estancia cuatro o cinco días, tiempo en el que podría ir dos o tres veces a la cima de la Pico y hacer sus observaciones con tranquilidad.


FUENTES:

  • "The history of the discovery and conquest of the Canary Islands: tr. from a Spanish manuscript lately found in the island of Palma. With an enquiry into the origin of the ancient inhabitants. To which is added, A description of the Canary Islands, including the modern history of the inhabitants, and an account of their manners, customs, trade,"  - publicado en Londres en 1764.

martes, 18 de febrero de 2025

LOS QUE HAN SUBIDO AL TEIDE - LEOPOLD VON BUCH - 1815

Leopold Von Buch (geólogo y paleontólogo alemán - barón de Gehmersdorf), Christen Smith (médico y botánico noruego) y Mr. Shellow subieron al Pico del teide el 18 de mayo de 1815. Dejó constancia de ello en "Physicalische Beschreibung der Canarischen Inseln (Descripción física de las islas Canarias)", publicado en Berlín en 1825.


Fuente: “Physicalische Beschreibung der Canarischen Inseln” - Leopold von Buch - 1825

TRADUCCIÓN

...cuando finalmente nos propusimos subir a la cima el 18 de mayo.

...después de haber dejado atrás el hermoso bosque de castaños sobre la Villa de La Orotava, pensamos que finalmente habíamos encontrado los bosques de pino, que Humboldt ya había supuesto que eran una nueva especie no descrita. Sólo vimos el famoso Pino del Dornajito; y en todo el camino sólo este árbol. Lo que es seguro es que una vez uno viajó a través de un denso bosque de estos árboles hasta el pie del pico. Esto era todavía así a principios del siglo pasado; Edens y el padre Feuillée no lo habían visto de otra manera, y el camino hacia este bosque estaba dividido en secciones separadas por pinos de formas y tamaños sorprendentes; el Pino de la Carabela, y más arriba, el Pino de la Merienda

Tampoco éste se ha salvado del hacha destructora, y el Pino del Dornajito debe su conservación sólo al manantial que protege, el único en toda la subida. —Ahora, en lugar de pinos, han aparecido pequeños arbustos de brezo y altos helechos. No se encuentra ya ningún objeto especialmente destacado que sirva de columna de luz en el recuerdo para el camino recorrido, y uno se sorprende al saber que ha pasado muchas horas subiendo desde los castaños hasta el Portillo, por un camino en el que no parece moverse en absoluto, debido a la monotonía de los objetos que lo rodean, porque no recuerdan nada dividido o individualizado en la memoria. —


Fuente:  David Rumsey Historical Map Collection - Leopold Von Buch - 1856 

Es diferente cuando realmente se llega al pie del pico a través de los estrechos pasos del Portillo. Allí fue como si hubiéramos redescubierto el sublime silencio y la soledad de los glaciares de los Alpes. Como en los glaciares, la gente se perdía en la superficie interminable y suavemente ascendente de las piedras pómez. Los bloques en la distancia se convirtieron, cuando finalmente nos acercamos a ellos, en rocas, y las colinas de cráteres a su alrededor se convirtieron en montañas importantes. Ya no se pudo aplicar ninguna escala del plano. —La masa del pico se alzaba sobre esta superficie más alta de lo que jamás la habíamos visto, y chorros de vidrio negro corrían desde la cima como cintas por la pendiente. Constantemente absorto en la magnífica vista, uno no se da cuenta de que tardará otras tres horas en llegar al borde del flujo de lava. En este borde algunos de los grandes bloques que lo forman están toscamente dispuestos en bancos y salones, y entre ellos se suele esperar el amanecer del día siguiente antes de continuar el camino. Es la Estancia baja de los Ingleses.

A partir de aquí, el ascenso a la montaña se hace difícil, sobre todo cuando 2.000 pies más arriba, hay que escalar un campo de cristal negro y penetrante, sin embargo nunca se puede comparar con el esfuerzo de escalar un pico alpino. Por encima de la Cueva del Hielo, a unos 10.300 pies, encontramos la primera capa de nieve en la ladera. Eran pequeños y más arriba, hacia la cumbre, no vimos ninguno parecido. Perdidos en la visión de la inmensidad del paisaje, que emociona más que alegra o eleva el espíritu, porque la imaginación se ve frustrada al encontrarse rodeada por un horizonte infinito y sin forma. — 

Del diario de Smith: 

"...el cráter no es más que una solfatara de vapores sulfurosos, que se desprenden casi por todas partes, ya por la cumbre, ya por la zona exterior. Estos vapores transforman las rocas en arcilla blanca, y el azufre se deposita en el interior de las oquedades formando bellos cristales..."

Habíamos pasado varias horas en el borde y en el interior del cráter, cuando la escocesa Mrs. Hammond apareció en la cima con su grupo, Era la primera mujer que, hasta donde alcanzaba la memoria de los habitantes, había ascendido al Pico. Recorrió todo el cráter, incluido el lado poco visitado que da a Chahorra, que rara vez se visita, no dudó en acompañarnos a explorar la cueva de hielo natural entre los bloques de obsidiana, la Cueva del Hielo, a pesar de que la afilada obsidiana desgarraba cruelmente sus zapatos y pies. Esta cueva abastece de hielo durante todo el verano a las ciudades de Santa Cruz, La Orotava y La Laguna, donde es un recurso indispensable.. —Por la tarde todos nos apresuramos a descender por la ladera para llegar a la Orotava antes del anochecer. El guía y los arrieros se turnaban para cantar versos rimados sobre los acontecimientos del día, marcando el ritmo con palos en una flauta, y Uelsen, para indicar el ritmo, corría alrededor de una bola de plomo en una copa de vino. —A las 8 de la tarde llegamos nuevamente a Puerto Orotava. —Los guías y arrieros alternando cantaban estrofas rimadas sobre los acontecimientos del día, marcaban el ritmo con sus bastones sobre una caña, y Uelsen hacía rodar una bola de plomo dentro de una copa de vino para marcar el compás. A las 8 de la noche habíamos regresado a Puerto de La Orotava.

El día 27 de Mayo subimos el nuevo pico rumbo a la cima; pero abandonamos el camino después de haber llegado a la llanura de la Retama,...


Fuente: “Physicalische Beschreibung der Canarischen Inseln” - Leopold von Buch - 1825

FUENTES:

  • “Physicalische Beschreibung der Canarischen Inseln” - Leopold von Buch - Berlín -1825.
  • "Professor Christen Smiths Dagbog : paa Reisen til de Canariske" -  Øer i 1815 / ved F.C. Kiær. 1889.
  • Libro: Diario del viaje a las islas Canarias en 1815. 
  • Fundación Canarias Orotava.
  • Blog: Islas Canarias en la historia.




lunes, 17 de febrero de 2025

LOS QUE HAN SUBIDO AL TEIDE: EL GABINETE CIENTÍFICO DE S.C. DE TENERIFE

El 12 de septiembre del año 1885 inició la ascensión al Teide una  comisión nombrada por el Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife, compuesta por el médico D. Juan Bethencourt y Alfonso, D. Felipe Rodríguez, el 2.° Jefe de Telégrafos Sr. Muñoz, el médico militar Sr. Túnez, el farmacéutico militar Sr. Castro, el piloto D. Juan Acevedo y el joven comerciante Sr. Torres.

El diario de la Mañana "Liberal de Tenerife" del año 1892 publica un extracto de esta expedición en varias publicaciones.

Fuente: El lIberal de Tenerife - 18/04/1892 - ULL

Ascensión al Teide en 1885 POR
UNA COMISIÓN DEL GABINETE CIENTÍFICO DE STA. CRUZ DE TENERIFE

Extracto de la expedición enviado de Madrid por el expedicionario D. Felipe Rodríguez

Liberal de Tenerife 18/04/1892

El archipiélago de las islas Canarias es sin disputa una de las más bellas provincias entre las que constituyen el territorio español. Sus elevadas montañas, sus feracísimos y pintorescos valles, y sobre todo su constante y agradable temperatura, hacen que el clima de aquella región sea lo más apropósito para establecer en ella una estación de invierno, á la que las personas ricas que viven constantemente en climas fríos puedan ir á reponer su quebrantada salud, disfrutando de los beneficios de aquella tierra.  

Así lo han comprendido particularmente los ingleses, acudiendo en gran número á las dichas islas, donde viven ocho o nueve meses del año en medio de una constante primavera.

La isla de la Madera, que se halla situada á unas cuantas leguas más al N. que las del archipiélago canario, y que hasta hace muy pocos años era el sitio, único en aquella región, donde se hacían tales estaciones, ha sido sustituida con ventaja por el archipiélago de las Canarias, particularmente las islas de Tenerife, Canaria y Palma. Esto es debido no solamente á las ventajas que su clima tiene sobre el de La Madera, sino también á las magníficas fondas establecidas en aquellas islas, y que pueden rivalizar con las mejores montadas en Europa.

Hay en suma en aquel territorio algo muy hermoso, algo puramente español no sólo porque españoles somos los que la poblamos, sino también porque su cielo y sus claros horizontes recuerdan el cielo de la madre patria, y sus encantadores valles tienen mucho de las vegas granadina y sevillana. Pero preciso es confesar que también hay algo superior á toda ponderación, y es el sin igual Valle de Orotava, en Tenerife; cuya descripción es imposible, y ante cuya belleza se ha prosternado todo el que ha tenido la suerte de visitarlo. El eminente Barón de Humboldt descubrió su cabeza la primera vez que lo visitó, saludándole como uno de los más hermosos del mundo. 

No es de gran extensión, aunque tiene la suficiente para dar asiento á cuatro importantes pueblos, cuales son el Puerto la Villa y los Realejos. Su temperatura se mantiene casi constante todo el año; entre La Villa y el Puerto, en el sitio denominado El Durazno, viven plantas de todas partes del mundo sin que la estufa se emplee para nada. Al lado de un helecho arbóreo, vegetan los pinos, plátanos y otras plantas especiales y características de las más opuestas zonas.

En suave declive se extiende el suelo de aquel valle desde la costa que baña el Atlántico, hasta lo alto de las cordilleras que rodean el Pico de Tenerife, que sirven de precioso remate á tan encantadora región. Esta forma del terreno hace posible elegir el clima que se quiera; pudiendo llegar hasta la región de las nieves que cubren durante el invierno sus elevadas cimas, y á pesar de lo cual el espectáculo de una nevada es completamente desconocido en las poblaciones.

Los enfermos del pecho acuden en gran número buscando en aquellos aires puros alivio á sus dolencia, lo que muchísimas veces consiguen; pero son muchos también los que sin estar enfermos abandonan los nebulosos y fríos lugares de la Gran Bretaña para gozar de tan privilegiados climas. Aquellos viajeros llegan allí con ese tipo característico del inglés touriste, conocido por todo el mundo, sin abandonar jamás el tradicional gorro y los indispensable anteojos, no dejando nada por ver, ya en lo más profundo de sus quebrados barrancos, ya en lo más alto de las elevadas cimas de sus montañas, entre las que sobresale el renombrado Pico de Teide ó de Tenerife. 

A pesar de lo accidentado de aquellas islas, ó quizás por lo mismo, sus naturales son poco dados a hacer ascensiones a sus montañas, por el simple placer de hacerlas y mucho menos al Teide. Por esta razón la gran mayoría cree que subir al Pico es obra de romanos; y que se necesita un arrojo y una valentía sin igual para atreverse á ello. Nada más erróneo, cuando la subida se verifica en  el verano ó en otoño, época en que ya las nieves que cubren su cima se han fundido y por consiguiente puede seguirse la ruta sin temor alguno. Con seguridad que no existe montaña de igual altura cuya subida ofrezca menos peligros, y sin embargo sucede lo que dejo apuntado. Parece que este miedo á la subida es como algo heredado de los primitivos habitantes de aquel archipiélago, llamados guanches, que creían que el infierno tenía su asiento en aquel cráter, y no se atrevían a llegar á él. Dábanle el nombre de Echeyde (infierno), de donde viene el de Teide con que hoy se le conoce en la localidad.

No queremos decir con esto que ningún natural del país haya subido á visitar el cráter; hay bastantes que lo han hecho, y tenemos la honra de contarnos entre ellos, pero lo corriente no es esto. Lo que es corriente es que lo verifiquen los ingleses; pues apenas han pisado aquel suelo parece que les falta tiempo para emprender la subida. Este es motivo para que los campesinos de todos aquellos lugares bauticen con el nombre de inglés a todo mortal que tenga el capricho de visitar aquel volcán

Nosotros, ya lo hemos dicho, pertenecemos á esta clase de pseudo ingleses y nos proponemos hacer en unas cuantas cuartillas una simple reseñado una de nuestras ascensiones.  

Generalmente se hacen estas muy de prisa, cabalgando en mulas acostumbradas á marchar sobre aquellas peñas, y empleando (á partir de la villa de la Orotava que es el pueblo más próximo) solamente dos días en ir y volver. 

De esta suerte resulta el viaje bastante molesto y muy poco agradable por no poder disfrutar más horas de los variados espectáculos que la naturaleza ofrece á cada momento, cuando se la contempla en medio de aquellas imponentes rocas.  

La expedición que nosotros hemos hecho, ha sido á pié y con la calma suficiente para medir y hacer un croquis del camino, y otra multitud de curiosas observaciones, puesto que formábamos una comisión nombrada por el Museo de historia natural de Santa Cruz de Tenerife (Gabinete Científico), y dirigida por su presidente D. Juan Bethencourt y Alfonso. Despojaré este relato de gran parte de esas observaciones, porque la índole de este periódico así lo requiere. 

Lo primero que hicimos fué instalarnos en la Villa de la Orotava en la fonda del Sr. Fumagallo ─Fonda del Teide─,  que es una especialidad para tratar bien á sus huéspedes. Una vez allí, compramos todas las provisiones que habíamos de llevar, por que nada de esto ha de encontrarse durante el camino. Contratamos un guía y unos cuantos arrieros con sus bestias, para conducir los equipajes. Entre las provisiones no debe escasear, á más del agua, el vino y el rom, pues lo bajo de la temperatura eu algunas horas del día y de la noche, hace indispensable el uso de aquellas bebidas. No deben tampoco olvidarse de las más variadas y sabrosas frutas, tan comunes allí, porque son muy refrescantes y mitigan mucho la sed, que se hace sentir particularmente al atravesar las cañadas y al subir el Lomo Tieso.

Desde el punto en que comenzamos la caminata, que ya hemos dicho es la fonda del señor Fumagallo, ya no se vé el gigante, porque la. proximidad de las montañas lo impiden. Nosotros partimos del punto indicado, el sábado 12 de septiembre del año 1885, á las dos de la tarde, por las calles y caminos que conducen á las afueras y á lo más alto de la población, al sitio denominado La Cruz del Teide, lugar en que hay una ermita donde se venera la Santa Cruz. Desde aquí se sigue por el llamado camino de la Perdoma, y desde éste Punto comenzamos á hacer las observaciones y medidas que continuamos durante todo el viaje.

El termómetro marcaba 25° centígrados. Como íbamos haciendo el croquis del camino, no podíamos andar sino muy despacio, de tal suerte que á las 5 horas y 30 minutos de la tarde, solamente habíamos llegado al barranco llamado Ménimo que dista de la villa 4.000 metros, y junto al cual determinamos pasar la noche. Montamos nuestra casa de campaña, hicimos las observaciones que deseábamos, y entre ellas las del termómetro, que acusó una temperatura de 19°, y el hipsómetro una altura sobre el nivel del mar de 1.150 metros.

Liberal de Tenerife 19/04/1892

El punto en que el barranco de Ménimo es cortado por el camino de la Perdoma, se halla en sitio elevado ofreciendo un golpe de vista delicioso, pues desde él se vé gran parte del valle,dominando á vista de pájaro la hermosa población de la Villa, con sus casas escalonadas y rodeadas de preciosos jardines; más lejos, allá junto á la faja blanca que la espuma del mar hace contra la costa,una mancha sumamente blanca nos indicaba el sitio donde se asienta el Puerto de la Orotava, tan pintoresco como el antes citado, y entre ambas la masa verde y apiñada de los gigantescos árboles del jardín Botánico, que se distinguen entre los infinitos que cubren con su follaje aquel suelo tan privilegiado. Todo esto se hacía más hermoso por la perspectiva tan delicada de color que le imprime el sol, ya próximo al horizonte de la mar, con su disco color de sangre que dentro de pocos momentos ha de hundirse en aquella enorme masa azul formada por las aguas del Océano Atlántico.

El espectáculo de una puesta de sol por el horizonte de la mar es uno de los más grandiosos que pueden contemplarse en el mundo, y mucho más cuando se está en terreno montañoso, pues las tintas de que va cubriéndose la tierra de una manera insensible, el rojo color del disco solar, que puede impunemente mirarse cara,á cara, y que lentamente marcha hacia la línea azul del horizonte tras el cual ha de hundirse á los pocos momentos, deja en el ánimo una impresión tal, que no es posible en aquellos instantes dedicarse á faena alguna, sino quedarse en muda contemplación hasta que la última molécula —si vale la frase— de aquel gigantesco círculo, ha desaparecido de nuestra vista para ser la primera chispa precursora del dia en el opuesto hemisferio. 

Las tinieblas no tardaron mucho en invadir aquella región; hicimos nuestra cena y nos acostamos sobre el duro suelo, mitigado en lo posible con multitud de mantas extendidas sobre una capa de hojas de maíz que llevamos preparadas al efecto, que nos ponía también á cubierto de la humedad del terreno.  

Al día siguiente nos levantamos bien temprano; pero sin embargo, no salimos de allí hasta las nueve de la mañana, á causa de las observaciones y de tener que embalar los bártulos para su más fácil conducción. El termómetro de mínima expuesto a la intemperie durante la noche marcaba 2º centígrado.

Seguimos nuestra marcha en la misma forma que el día anterior; la tempera era de 20°, y aunque el terreno se presentaba sumamente empinado, la marcha no se hacía molesta, tanto porque íbamos muy despacio para poder medir el terreno, como porque una suave y agradable brisa que venía del S. O. refrescaba la atmósfera y hacía más llevadero el camino, también contribuía mucho á esto lo hermoso del paisaje, que distraía nuestro ánimo y nos hacía olvidar lo accidentado del camino.  

Atravesamos así la región llamada de Benijo, y al llegar á los 5 kilómetros de camino (téngase en cuenta que en lo sucesivo todas las distancias están contadas a partir de la Cruz del Teide) entramos en el llamado Monte verde, que es un bosque de apiñados brezos y codesos de no mucha altura y formando una faja estrecha que atraviesa las laderas de aquella cordillera.

La niebla posada sobre aquellos árboles nos impedía ver á alguna distancia; pero nos ofrecía el raro espectáculo de contemplar los brezos plateados á causa de llenarse sus hojas filamentosas de menudas gotas de agua, donde se reflejaban los rayos del sol, que á intervalos y en diversos sitios lograban penetrar á través de las rupturas que la brisa hacía en aquella masa de vesículas acuosas.  

Pronto se atraviesa esta faja de árboles, y al salir de ella se entra en la región llamada Llanos de Gaspar, que de todo tienen menos de llanura. Lo primero que se presenta á nuestra vista es la hermosa cima del Pico, que como atalaya nos indica la dirección que debemos seguir; pero bien pronto esta atalaya deja de ser visible á causa de las depresiones del terreno. No hay que apurarse por eso, nuestro guía Ignacio conoce perfectamente el terreno, y no le arredraría conducirnos aun en medio de la noche más oscura. Cuenta este guía por centenares las veces que ha subido al Pico acompañando á los ingleses.  

A la una de la tarde habíamos llegado al Lomo de los Charquitos, con una temperatura en la atmósfera de 27°, que se dejaba sentir bastante. La vegetación va poco á poco disminuyendo, y solamente se ven algunos codesos esporádicos, y al llegar á los 10.000 metros de camino empiezan á verse algunos ejemplares de la célebre retama del Teide (citisus nubígenus.) Esta región se llama El Juradillo, y en el cauce del barranco del mismo nombre, al abrigo de las rocas, sentamos nuestros reales, repitiendo la faena de la tarde anterior.  

El reloj marcaba las 3 h. y 15 m. y el termómetro 24°; la altura del terreno según el hipsómetro era de 1.550 metros

Es notable el contraste de esta región comparándola con la del barranco de Menimo donde acampamos la tarde anterior; pues en ésta todo era verdura y exuberancia de vegetación, y aquí no se divisan sino rocas quemadas por todas partes; allí el sol se manifestaba radiante sobre un cielo azul purísimo, y aquí el sol se había ocultado tras la gran masa de nubes que se amontonaban, no sobre nuestras cabezas, sino á algunos metros bajo nuestros pies.

Este singular panorama sorprende a todo el que lo presencia por vez primera; pues parece que un inmenso y alborotado mar de espuma se ha formado de pronto a nuestras plantas, con sus terribles rompientes contra las crestas de las rocas que consiguen rebasar aquella altura, formando una movible costa con sus profundos golfos y sus salientes cabos, que por momentos varían de forma dado lo inestable del extraño elemento que las limita.

La temperatura había descendido bastante y uos fué necesario echar mano de nuestros abrigos y encender una hoguera con restos de retama que por allí abundan, tanto para calentarnos, cuanto para preparar nuestra cena, en la que entró como elemento principal un asado de cabra que por el día había matado nuestro jefe de expedición, y que se encuentran con frecuencia en estado salvaje en todas aquellas montañas.

Estos animales deben su origen á cabras descarriadas de los rebaños que en regiones más bajas cuidan los pastores, y que se reproducen en esas alturas sin tener más dueño que aquel que logra cazarlas.

A las seis de la mañana del nuevo día ya estábamos en marcha, y á los 14.000 metros entramos en la región llamada Las Cañadas, que es una inmensa llanura circular con el suelo formado por escorias volcánicas, pómez en su mayoría, y rodeada de altas montañas traquíticas acantiladas en unos dos tercios de su circunferencia., dejando por tanto abierto ese circo por el lado que mira al pueblo de Icod de los vinos.  

La línea de circunvalación de estas montañas es de unas 10 leguas, y su altura sobre el nivel del mar varía entre los 2.522 y 2.910 metros.  

En diversos sitios se notan algunas bruscas depresiones en la línea de sus crestas, formando destiladores y portillos por donde se hace accesible el paso á la llanura de las Cañadas, que de otra suerte serían infranqueables.  

Los portillos más notables son los siguientes: 

El de Guajara por la parte meridional.
El de Ucanca, que es de difícil tránsito por los peligrosos desfiladeros que contiene, y que solamente frecuentan los pastores de Chasna.
Las Bocas de Tauce al Sur del Pico.
El paso de Güimar, que utilizan los habitantes de este pueblo para venir á la Orotava, y el de la Villa ó Paso de los guancheros, que es el de más fácil tránsito, y por donde nosotros penetramos en la ya citada llanura.

En el suelo movedizo de este gran circo vegetan mejor que en ningún otro sitio la ya nombrada retama, exclusiva de este paraje; preciosa planta de metro y medio á dos metros de altura, con ramas color verde gris, sumamente apiñadas, formando su conjunto una semiesfera, lo que da al paisaje un aspecto sui géneris.

Fuente: El lIberal de Tenerife - 18/04/1892 - ULL

Liberal de Tenerife 20/04/1892

En primavera, estos arbustos se llenan de multitud de flores, hasta el punto de parecer que las cubre una sábana blanca; á ellas acuden las abejas de los contornos y elaboran con sus jugos una deliciosa miel, competidora de la de la Alcarria Lo más notable es el agradable olor que despiden aquellas flores, que cuando el viento sopla favorable embalsama la población de la Villa, á pesar de la gran distancia; y cuentan muchos viajeros haber percibido su olor desde el mar a muchas millas de la costa.

En medio de este jardín natural, que si no de las Hespérides, como llamaban en la antigüedad á las Canarias, no por eso es menos encantador,hicimos nuestra tercera estación, acampando junto al llamado Risco del Peral, al pié de una retama, á los 10.540 metros de camino, á las ó de la tarde y con una temperatura de 20° centígrados. 

Aquí pasó un cómico incidente que no quiero dejar de contar. Al hacer los preparativos para la cena, nos encontramos con que los barriles que llevábamos llenos de agua estaban vacíos; y la dificultad para hacer la comida era grandísima. 

No nos explicábamos cómo podía haber desaparecido el agua, cuando poca se había bebido durante el día. Interrogados nuestros arrieros, confesaron que la habían dado á las bestias sin que nosotros nos apercibiéramos. El jefe de nuestra expedición les impuso la pena de marchar á buscar agua al sitio más próximo en que creía la hubiera, ó despedirlos en el acto sin pagarlos. Todos aprobamos tal resolución, pues desde que supimos que el agua faltaba sentíamos una sed devoradora.  

En el mismo instante partieron con sus barriles al hombro tres de aquellos hombres, y ya bien entrada la noche, favorecidos por la clara luna que á la sazón había, regresaron con los barriles ... vacíos también;pero conduciendo sobre sus espaldas grandes masas de hielo, que en este estado es cómo pudieron encontrar el agua entre las grietas de las montañas más próximas. Al fin teníamos agua, y ya cou este elemento pudimos cenar tranquilos y esperar á que llegase el nuevo día, que era el en que habíamos de comenzar la subida al segundo cono de los tres que escalonados constituyen la gigantesca montaña; pues todo lo que hasta ahora habíamos subido no era más que un enorme cono truncado, que tiene por base inferior la superficie que limita la costa de la isla y por base superior el cerco de las Cañadas. En el centro de éste se eleva el segundo cono, á cuyo pié acampamos, y al dia siguiente á las 5 y 15 de la mañana ya marchábamos en dirección a Montaña blanca, que es una primera eminencia formada de pómez de color, de crema claro, y que á esto debe el nombre que lleva, pues á distancia y cuando le hieren los rayos del sol brilla como mancha blanca que se destaca sobre el fondo oscuro del Pico.

La vegetación aquí ya es bastante raquítica; las retamas, únicos seres que allí vegetan, tienden sus ramas por el suelo agarrándose á él como si las guiara el instinto para salvarse en la terrible lucha por la existencia, que allí tienen que entablar con el medio ambiente.

Poco á poco van desapareciendo á medida que se asciende, y cuando se llega á los 20.340 metros de camino y 2.750 de altura, sitio llamado Estancia de los ingleses, ya no se vé sino alguna que otra retama al abrigo de algún grupo de rocas; pero languideciendo y formando los últimos elementos de la transición entre la fértil zona de allá abajo y la región de las nieves que vá á comenzar ahora.

La Estancia de los ingleses no tiene nada de notable; no existe allí sino un pequeño escalón donde se han detenido en su caída unas enormes masas de obsidiana de forma esférica, y tan tan grandes como una casa de dos pisos. A la sombra de estos monolitos descansamos un momento para aliviar la fatiga de la subida del Lomo tieso, que así se llama el camino que une este sitio con Montaña blanca, que por estar formado de menudas escorias volcánicas y ser el terreno por lo tanto muy movedizo, cansa sobremanera haciendo á pié la ascensión. 

Bien pronto seguimos nuestra marcha para detenernos un poco más arriba en donde llaman Altavista.

Eran las cuatro y media, y determinamos pasar allí la noche para poder llegar temprano al dia siguiente á la cima.

En aquel paraje existen aún las ruinas de dos habitaciones construidas por el inglés Smith, para vivir en ellas y hacer sus observaciones astronómicas.

En la buena estación pudo el Sr. Smith vivir perfectamente en aquella altura pero al llegar el invierno y con él las heladas consiguientes, tuvieron que sacarle de aquel sitio, en el cual, á no ser por esto, hubiera perecido por las malas condiciones de aquellas raquíticas viviendas. Allí podría situarse muy bien un Observatorio astronómico, pues se domina una gran extensión del cielo y con una transparencia tan grande en la atmósfera, constantemente limpia, que dificulto haya en el mundo lugar que le aventaje. 

Entre estas ruinas, que aún son mudo testigo del atrevimiento de aquel inglés, levantamos nuestra tienda y pasamos una agradable aunque fría noche, pues la mínima temperatura en la madrugada llegó á 0º centígrados. 

21.440 metros separa este sitio de la Orotava, que se eleva 3,000 sobre el nivel del mar.

El terreno que sigue ya no es movedizo, como el que hemos dejado, sino de una lava firme, negra y áspera, por la que hay que ir trepando con detrimento del calzado porque es muy fácil dejar las botas hechas pedazos á la mitad del camino, si no se anda con precaución. Ya no hay senda alguna marcada pues no puede hacerse huella, ni el tránsito por aquí es tan grande para que se desgaste el duro suelo. Los guías tienen marcada la dirección que debe seguirse, por la extraña forma de algunos peñascos que se destacan de entre los demás.  

Eran las ocho de la mañana cuando comenzamos á subir; á los 370 metros de Altavista torcimos hacia el N. 22º O y á los pocos pasos dimos con la célebre Cueva del hielo

Es esta una especie de cámara de más de 40 metros de longitud por 14 ó 16 de ancho y 5 ó 6 de profundidad, no dejando al descubierto más que un boquete abierto en el techo, que por él, puede ingresarse en su interior, descolgándose por una cuerda.  

El suelo de esta preciosa gruta está cubierto de hielo constantemente y sobre él hay una capa líquida como de 0,20 centímetros de profundidad, muy potable y de 1º de temperatura. 

La seguridad de encontrar siempre agua en esta cueva a tan gran altura, es motivo para que la ascensión al Pico resulte poco penosa, pues el llevarla en hombros hasta aquel sitio adonde no pueden llegar las bestias, sería sumamente difícil y molesto.

Por todos estos sitios no se ve ni la más pequeña planta; un poco más alto, y al abrigo de unas piedras, tuve la suerte de encontrar el último representante de la flora canaria, es decir la última flor que se encuentra subiendo á lo más alto del Archipiélago; es esta un bonito pensamiento, exclusivo de aquella reducida zona, y al que los hombres de ciencia llaman Viola cheiranthifolia.

A las once próximamente llegamos a la base superior de este segundo cono truncado, que es lo que se llama la Rambleta. Aquí determinamos acampar para hacer estación varios días. Nadie, que sepamos, ha pernoctado en este lugar, antes que nosotros, y por eso bautizamos dicho sitio con el nombre de Estancia de los españoles.

Liberal de Tenerife 21/04/1892

Sumamente cansados por el peso de los instrumentos que llevábamos, dejamos todo en el suelo y emprendimos de nuevo la subida al último cono, llamado Pan de azúcar, que no es más que un montón de escoria de 370 metros de altura con una pendiente lateral de 45°; ya se comprenderá por esto la fatiga que causa su ascensión, pero animados por ser el fin de la jornada, pronto le dimos cima y pudimos todos llegar á la altura hipsométrica, según nuestras observaciones, de 3,716 metros sobre el Océano.

 Ninguno se quedó rezagado, y sin gran malestar llegamos arriba, pues es muy frecuente que muchas personas no pueden pasar de Altavista, porque efecto de la poca presión atmosférica sufren mareos, y hemorragias por las narices.

En el vértice del Teide, hay una cavidad de unos 100 metros de diámetro y 40 de profundidad, que es la caldera ó solfatara del volcán.

Puede descenderse á su fondo por una garganta que existe en la parte N.O. notándose al descender gran aumento de" temperatura en su suelo blando y húmedo, á causa de la gran cantidad de vapor de agua que con intervalos rítmicos, como una respiración, sale por diferentes cavidades que comunican con la chimenea central del volcán; por esto se les ha dado á aquellos agujeros el apropiado nombre de Narices del Teide. La temperatura de algunas de estas solfataras es de 80.° 

En el fondo, y por todo el suelo, hay gran cantidad de azufre cristalizado, y los vapores sulfurosos que brotan, por todas partes, son causa que impide permanecer mucho tiempo allí dentro, tanto por ser impropios para la respiración como porque en combinación con el oxígeno del aire pasan á ácido sulfúrico, y destruyen completamente la ropa. 

A las cinco de la tarde ya estábamos en nuestra casa de campaña para guarecernos del frio, que se dejaba sentir bastante; aquella noche llegó el termómetro á 3.° bajo cero.

Nos levantamos cuando apenas se veía, ya por que la luz crepuscular era aún muy débil, ya por que la gran masa de nubes que bajo nuestros pies se habían formado, impedían que llegase á nosotros la luz reflejada por el mar y por la tierra.

Parecía que nos hallábamos suspendidos sobre aquel inmenso montón de balas de algodón, donde se apoyaba la parte de cono que quedaba al descubierto, sobre el cual estábamos.

 La claridad aumentaba por momentos; multitud de amarillos y divergentes rayos señalaban el sitio por donde el sol había de aparecer en el horizonte. No se hizo esperar; una chispa luminosa vino á herir nuestra pupila; poco á poco el disco fué surgiendo de entre las aguas, y cuando se manifestó por completo, nuestra sorpresa fué grande, no solo por las dimensiones con que el astro aparecía, sino más aún por la gran deformación que la refracción había operado en su disco aparente, dibujándolo de forma elíptica irregular con los bordes sinuosos.

Al calor de aquellos rayos, las nubes iban desapareciendo y agrietándose, y por entre esas grietas, como por los agujeros de un velo hecho girones, aparecían trozos de tierra bañados con los más puros colores que el prisma puede pintar, No tardó mucho en desgarrarse por completo aquella gasa de agua, y el panorama fue indescriptible.  

La primera impresión es como si nos encontráramos en lo más alto de un enorme monstruo marino; reptil gigantesco de los pasados tiempos, que es lo que parece la alargada isla de Tenerife tendida sobre los mares.

A su alrededor le acompañan las otras seis islas del Archipiélago, caprichosamente diseminadas, destacándose sobre aquel círculo de horizonte que abraza 40 leguas de radio.  

Desde allí es imposible distinguir los pueblos más lejanos de la isla; los más próximos se muestran por brillantes manchas blancas, y la región donde se hallan los frondosos bosques aparecen con un verde oscuro, propio de una vegetación potente, como es la de las zonas tropicales.

Todos esto contrasta con la aridez del sitio donde nos hallábamos, la lava lo invade todo; el muro de montañas que rodean las Cañadas parece las ruinas de un inmenso circo romano, gigantesco coliseo construido por la naturaleza en la primera época de la formación de Tenerife, y desde donde los espectadores del mundo orgánico vegetal, único que entonces podía ocupar aquellos asientos de piedra, presenciaron el cataclismo horrendo que más tarde dio por resultado el sucesivo amontonamiento de materiales, que saliendo del conducto central, fueron formando los dos conos donde nos encontramos.  

Por el lado que mira á Icod faltan las montañas del circo y parece que las laderas del Teide van derechamente á morir sobre el pueblo de Garachico, que está medio cubierto por la lava que arrojó la erupción de 1706. También por los años de 1704 y 1705 dio el Teide señales de vida con la erupción de Güímar, y últimamente con la de Chajorra en 1798.

Desde entonces no han habido más que unos ligeros temblores de tierra o débiles ruidos subterráneos. Nada de esto pudimos nosotros apreciar; sino por el contrario, el silencio más profundo en aquellos contornos, solamente turbado algunas veces por los chirridos del viento y los gritos de algún ave de rapiña de las que levantan su vuelo muchos kilómetros más alto que aquella cima.

Volvimos de nuevo á nuestra casa de campaña, y aunque teníamos pensado pasar allí más días, Ignacio, el guía, nos aconsejó marcharnos, pues unos cirrus que flotaban á gran altura en la atmósfera, decía ser indicio de cambio de tiempo, por estar muy avanzada la estación. 

Nos marchamos más que de prisa. La bajada se hace tan rápidamente, que el mismo dia llegamos á la villa; pero cumpliéndose la profecía del guía, á la mitad del camino comenzó á llover copiosamente y entramos en el pueblo hechos unas sopas. 

Dos palabras para concluir.

A la Comisión nombrada por el Gabinete Científico —formada por el médico D. Juan Bethencourt y Alfonso y el que suscribe— se agregaron, el 2.° Jefe de Telégrafos Sr. Muñoz, el médico militar Sr. Túnez, el farmacéutico militar Sr. Castro, el piloto D. Juan Acevedo y el joven comerciante Sr. Torres, que generosamente se prestaron á auxiliar con actividad é inteligencia los trabajos de la Comisión.

Estos trabajos comprendieron.

1.° La medición del camino llamado de Los Guancheros, á partir de La Cruz del Teide (en la Villa) hasta la cima del Pico, levantando un croquis en que se señalaban los arrumbamientos tomados con la brújula.

2.° La observación de alturas barométricas é hipsométricas, estableciendo estaciones cada 2 kilómetros; así como el estudio de la flora y condiciones geológicas del terreno de cada estación, vistas fotográficas e indicaciones más importantes bajo todos conceptos, de interés científico o recreativo, como análisis de las aguas de la Cueva de hielo, de las solfataras, estudio de las principales rocas que imprimen carácter a la región que cruza el camino, tradiciones sobre fenómenos de vulcanismo en Tenerife, etc.

Todos estos estudios iban dirigidos á la confección de una Guia, bastante á llenar las aspiraciones de los amantes del estudio de la Naturaleza y con un fin eminentemente patriótico.

Dichas observaciones ofrecen el interés no solo de presentar en conjunto un trabajo cuya necesidad se hace sentir, sino la particularidad de que se tomaba por primera vez en la sierra y montañas del Teide alturas con el hipsómetro, como complemento y comprobación de las barométricas.  

Probablemente, después de vencer algunas dificultades, daremos á luz éste trabajo, que estimamos en la actualidad tanto más necesario cuanto son muchas las personas que nos han interesado para que lo publiquemos. 

FELIPE RODRÍGUEZ.

domingo, 16 de febrero de 2025

SENDERISMO: RUTA VIRGEN DEL PINO - LA PALMA

Ruta lineal que partiendo del Centro de Visitantes de La Caldera de Taburiente nos lleva hasta la ermita de la Virgen del Pino.

  • Duración: 1  horas  
  • Distancia:  2,7  Km 
  • Nivel: bajo 

FOTOS









RUTA


PERFIL DEL TERRENO












SENDERISMO: VOLCÁN TAJOGAITE

Ruta circular en La Palma para llegar hasta el cráter del Volcán Tajogaite ─palabra aborigen que significa "Montaña rajada"─ en Cumbre Vieja. 

ESTA RUTA SOLO SE PUEDE HACER CON GUÍAS AUTORIZADOS.


La ruta se inicia en el aparcamiento de Montaña Quemada, descendiendo por el sendero de Cabeza de Vaca, atravesando los LLanos de Jable. Todo la ruta es sobre cenizas del volcán Tajogaite. 

Por el camino se verán las emanaciones que salen de una grieta del terreno.

Destacan los colores del cráter, amarillo (azufre), verde (Sulfato de azufre), blanco (carbonato cálcico), marrón rojizo (hierro) y naranjas (sulfato de hierro).

El cráter del volcán se observa desde el mirador que está a unos 100 metros de distancia.

  • Duración: 4  horas  
  • Distancia:  7,13  Km 
  • Nivel: bajo - la primera parte es  en bajadas y llaneando y la segunda parte es todo subida pero bastante suave.

FOTOS



PERFIL DEL TERRENO





martes, 11 de febrero de 2025

LOS QUE HAN SUBIDO AL TEIDE: M.C. LAVOLLEE

Lavollée, miembro de la misión de francia en China, subió al Teide el 28 de diciembre de 1843. Dejó su relato en el libro "Voyage En Chine, Ténériffe..." que recoge su viaje de Francia a China en la fragata "La Sirene".

Fuente: Voyage en Chine: Ténériffe,... - PAR M.C. LAVOLLÉE - Paris - 1853


TRADUCCIÓN:

...El 27 de diciembre de 1843, temprano en la mañana, estamos levantados y listos para partir. Tomamos el camino hacia Laguna, pueblo situado a legua y media de Santa Cruz. El camino de Laguna a la Orotava es muy accidentado y pintoresco...

...Tan pronto como llegamos, pensamos en cómo subir a la cima al día siguiente. Los caballos estaban exhaustos y las piernas de nuestros jóvenes arrieros pedían clemencia; por lo tanto, tuvimos que encontrar mulas y guías inmediatamente. Celebramos un consejo y mandamos llamar a nuestro anfitrión. Cuando le habíamos comunicado nuestra intención: - Pensadlo, señores; ¡Van a la cima en diciembre! Luego se embarcó en una horrible descripción de nieve, hielo, nieblas, precipicios, piernas rotas y mulas tragadas. Luego vino la historia de este pobre joven que, unos años antes,... etc., etc.

Sin embargo, ante nuestra insistencia, nos dirigió al mejor guía de Orotava, Pérez, a quien mandamos llamar inmediatamente.

Pérez llegó; Era un hombre pequeño, robusto y fornido, un auténtico tipo montañés. Una cabeza bien colocada sobre unos hombros anchos, una tez profundamente bronceada, una mirada notablemente vivaz, un porte decidido: esta figura nos prometía la cima.

Sin embargo, Pérez casi dudó; El tiempo era incierto; Había mucha nieve; Probablemente no podríamos llegar a la cima. "Pero", añadió, "no hay nada que nos impida intentarlo; Si hay alguna manera de pasar, con gusto te llevaré.

Habíamos recorrido casi diez leguas, ¡y por qué caminos! para ver la cima; y, en verdad, hubiera hecho falta algo más que las palabras de un posadero para detenernos en nuestro proyecto. ¡Fuera de la posada no hay salvación! Además, en todos los países donde hay algún punto curioso que visitar, una montaña, un volcán, una cueva, parece que los habitantes se complacen en resaltar el mérito de su maravilla exagerando los peligros de su aproximación. Si simplemente preguntas: ¿Es posible? Siempre te dirán: No. Es el frío, el calor, la lluvia, el sol, el viento, los caminos; Siempre hay algún obstáculo insuperable. Si persistes, lo imposible se convertirá en un tal vez; Finalmente, si te vas, normalmente vuelves con tus cuatro miembros. ¿No es esa la historia de muchas escaladas?

A primera hora de la mañana del día 28 de diciembre salimos de la Orotava con mulas, guías, provisiones para dos días y mil bendiciones de nuestro anfitrión. Teníamos como guías siete robustos campesinos, vestidos únicamente con pobres pantalones de lino y una especie de capa de pastor. Para la ocasión improvisaron un zapato elaborado con paja tejida. De vez en cuando miro con cierta lástima las nubes que nos ocultan la cima. Sin embargo, nos da buenas esperanzas y promete un día hermoso.

La subida comienza inmediatamente después de dejar el pueblo de la Orotava. La subida es rápida y casi empinada. Pero pronto hay que volver a bajar y subir varias laderas antes de llegar al pie de las altas cumbres. Después de una caminata de cuatro horas por senderos empinados y atravesando un pequeño bosque, hacemos nuestra primera parada. La temperatura aún no ha cambiado significativamente; pero ya estamos muy arriba y la ciudad de la Orotava empiezan a adquirir proporciones liliputienses para nosotros. Las mulas descansaron y partimos nuevamente para atacar las primeras nubes. Estamos avanzando en medio de una niebla bastante densa, bajo una lluvia ligera y fría.

Alrededor de las tres llegamos a una vasta meseta que forma la base de varios volcanes. Todo ha desaparecido debajo de nosotros; Las nubes espesas oscurecen la visión de la tierra; pero sobre nuestras cabezas el cielo está claro y podemos contemplar tranquilamente las enormes masas de lava enfriada. Por todos lados estamos rodeados de montañas y volcanes, algunos de los cuales aún expulsan débiles remolinos de humo a intervalos. El pico del Teide los domina a todos; Sólo él tiene el honor de estar cubierto con una corona de nieve; pero parece asequible desde el sur. La meseta que atravesamos para llegar a la base misma del pico presenta una superficie árida y pedregosa, algunos árboles dispersos y aquí y allá inmensas rocas superpuestas, que recuerdan en su forma a los dólmenes de los antiguos galos.

Esta llanura tiene más de una legua de longitud. Al final hay una fuerte subida que nuestras mulas cruzan con dificultad por un pequeño sendero que da mil rodeos; Aquí es donde un paso en falso sería fatal. Al llegar a la cumbre, vemos a poca distancia unas enormes rocas negras que resaltan sobre el gris de las rocas vecinas; Los guías anuncian que pasaremos la noche allí. El lugar es conocido como "Estancia de los Ingleses". Estamos entonces a 9.000 pies sobre el nivel del mar.

Reconozco que con sólo oír la palabra "estación inglesa" esperaba algo completamente diferente. Imaginé que los ingleses, con su amor a la comodidad y sus pretensiones de excelentes turistas, habían sido capaces de construir alguna cabaña en el camino a la cima que sirviera de refugio y parada; El nombre parecía indicarlo. La visión de estas grandes rocas negras, desnudas y aisladas trastornó inmediatamente todas mis ideas y destruyó muy tristemente mi pobre y pequeño castillo en España. No hay nada de inglés en la "Estancia de los Ingleses", excepto que hace frío y hay niebla. Sin embargo, tuvimos que decidir dormir allí y acomodarnos para pasar la noche. Para empeorar las cosas, la mula que transportaba las provisiones se había extraviado y nos encontramos reducidos a utilizar el barril de agua de nuestros guías para todo lo que necesitábamos beber.

Cae la noche y el frío se hace más intenso. Recogemos algunas ramas muertas de un arbusto que crece en las laderas de las colinas y cada uno regresa al campamento con un bulto. Formamos un círculo alrededor de un gran fuego, envueltos en abrigos o mantas y temblando. En cuanto a los guías que hicieron todo el recorrido a pie, se sentaron cerca de nosotros y nos contaron historias y cantaron las melodías del país, como si estuvieran en el velorio. Para dar una idea del frío, bastará decir que el barril de agua, colocado a tres pasos del fuego, estaba congelado en la abertura.

A las cuatro de la mañana, Pérez llega a dar la señal de salida. Todavía está oscuro, pero debemos llegar a la parte difícil de la subida durante el día. Así que esta vez partimos a pie. En lugar de nuestra buena mula, sólo tenemos un largo palo, que desde los primeros pasos nos resulta de gran ayuda para avanzar en un terreno cubierto de piedras y arena donde el pie resbala a cada momento. A lo largo del camino, los guías prenden fuego a arbustos de coníferas dispersos por la montaña para iluminar nuestro camino y al mismo tiempo preparar madera seca para los viajeros que vendrán después de nosotros. La llama rojiza de estas antorchas naturales reflejándose en las rocas producía, en la completa oscuridad en la que nos encontrábamos, un efecto verdaderamente mágico. El camino estaba marcado por un surco de fuego que serpenteaba, como nosotros, a lo largo de las laderas del pico. Después de aproximadamente una hora y media de ardua caminata, llegamos a las rocas de obsidiana. Nos detenemos a esperar el amanecer antes de seguir adelante.

¡Es imposible transmitir la tristeza y desolación que nos rodeaba en ese momento! Los vagos destellos que preceden al crepúsculo no nos ofrecían por todos lados más que precipicios, abismos y lágrimas. La obsidiana negra, la escoria grisácea, los tonos marrones de un enorme flujo de lava, las masas de rocas vomitadas por el volcán, se fundieron en un cuadro oscuro y aterrador. ¡Cómo era cuando la lava fluía caliente, cuando el volcán vivía y arrojaba montañas! Hoy no es más que naturaleza muerta y desierto helado.

¡Por fin salió el sol! Y, por primera vez en tierra de Tenerife, mientras bajo nuestros pies la tierra era todavía de noche, lo vimos levantarse brillante en el horizonte. Un hermoso amanecer es algo común; Sin embargo, no puedo dejar de decir que desde la altura en que estábamos, 10.000 pies sobre el mar, en medio de esta lúgubre soledad, su aparición en el océano que entonces parecía liso como un lago y brillaba bajo sus primeras luces, fue para mí uno de los espectáculos más imponentes que he visto jamás. —Estamos volviendo al buen camino. Creemos que hemos llegado a la cima del pico, pero aún se necesitan cuatro horas de escalada para llegar allí. No son más que rocas apiladas unas sobre otras que hay que escalar sucesivamente, dando mil rodeos hasta encontrar un espacio que el pie pueda atravesar. El aire se vuelve más fino, la respiración se dificulta y el cansancio abruma. Seguimos subiendo, y ese pico maldito parece elevarse y huir hacia el cielo. La última cresta es especialmente difícil; Es el más agudo y recto; La cima es exactamente como un pan de azúcar. ¡Victoria al fin! El cansancio se olvida. Imagínese el horizonte que la vista puede abarcar a una altura de 11.430 pies. Todo el conjunto de las islas Canarias, Gomera, Lanzarote, Hierro, destacan como puntos negros en el mar; Nos sumergimos en los volcanes de las montañas vecinas, y el volcán de Chahorra, el más alto después del pico del Teide (9.276 pies), revela su gran cráter aún humeante. Seguimos en sus sinuosidades las innumerables coladas de lava que, desde los tiempos más antiguos, se han extendido por la isla y han formado altas montañas. Se distinguen por su color marrón, más o menos oscuro dependiendo de la edad de su erupción. El cráter del Teide parece estar extinto; De sus grietas sólo escapan vapor de azufre y pequeñas cantidades de agua.

Desgraciadamente, hay que actuar con rapidez, porque una respiración obstaculizada acaba provocando cierto malestar. El regreso a la estación inglesa no es más que una sucesión de saltos más o menos largos. Descendemos en una hora y recuperamos con facilidad lo que penosamente subimos en seis horas.

En la estación cogemos de nuevo nuestras mulas y bajamos al valle. Medio dormidos por la fatiga, nos dejamos llevar al paso seguro y medido de nuestras monturas, mientras los guías a pie, cerca de nosotros, vigilan los pasos difíciles y acortan las dificultades del camino improvisando, cada uno por turno y al mismo ritmo, versos que riman de dos en dos, pero vacíos de sentido. —A las tres regresamos a la ciudad de Orotava.

Durante los meses de diciembre, enero y febrero, viajar a la cima generalmente se considera poco práctico debido a la nieve; Estábamos felices de encontrarnos con un hermoso día; pero, durante el resto del año, es un paseo que, a decir verdad, no presenta ningún peligro grave. En cuanto a la fatiga, no hay que tenerla en cuenta; Lo que ves allí arriba vale un dolor de cuello.

Nuestro anfitrión parecía encantado de vernos de nuevo. Nos felicitó por el éxito de nuestra expedición y nos convenció de que habíamos corrido grandes peligros. — Nuestros laureles, las serenatas y los bichos no nos impidieron dormir; A la mañana siguiente nos esperaban caballos y arrieros; Nos despedimos de la posada Orotava.



Fuente: Voyage en Chine: Ténériffe,... - PAR M.C. LAVOLLÉE
Paris - 1853


/* SCRIPT PARA COOKIES */