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domingo, 15 de abril de 2018

LOS QUE HAN SUBIDO AL TEIDE: EXPEDICIÓN AL TEIDE DE ANTONIO M. CASAÑAS - 1864

Expedición al Teide de 1864 contada en el "El Guanche" del 19/08/1864.
Artículo localizado por Aarón Rodríguez.

EXPEDICIÓN A TEIDE

Trivial parecerá sin duda la causa de las presentes líneas, pero nos es imposible dejar de desahogar la gran impresión causada en nosotros por la contemplación desde su cima del majestuoso monumento con que la Naturaleza coronara nuestra querida patria, la isla de Tenerife.

Llevados de este deseo determinaron la aludida expedición los Sres D. Vicente Delgado Venerable Párroco de la Iglesia de S. Juan Bautista, el Sor. Beneficiado D. Luis Rocafort, venido desde Gran Canaria con sólo este objeto, D. Diego Diaz Flores, D. Fernando Fuentes, y otras varias personas de esta Villa que contando con el que suscribe, componían el número de quince.

Aconsejados por el inteligente práctico Manuel Reyes, salimos en dirección al Teide á las cuatro de la mañana del dos del corriente; y después de haber atravesado las cumbres que le sirven de falda,  descansando en los dos puntos denominados Estancia de la cera y Estancia de los ingleses, paramos á las doce del día, y sin que en nada nos hubiese molestado el calor, á causa de la fresca brisa que con frecuencia reina en estos parajes, en el nombrado Alta vista, situado á mas de la milad del Pico, y hasta donde puede subirse á caballo. Allí permanecimos hasta las dos de la madrugada del siguiente dia que emprendimos á pié, por ser imposible hacerlo de otra manera, la marcha hacia la cimas. La agradable temperatura que reinaba, lo despejado del cielo donde no se percibía mas mancha que la luminosa de la Vía láctea, en que parecía confundirse la vasta mole porque sabíamos, y que confusamente podíamos divisar en medio de las sombras de la noche; el silencio interrumpido solo por nuestras pisadas en la
arena; todo era bello é imponente, y contribuía á que no nos acordásemos de lo penoso del camino que atravesábamos llenos del mas misterioso arrobamiento que nos impedía hasta hablar;  pues cada cual se figuraba hallarse solo en comunicación con el Supremo Ser que presentaba á sus ojos físicos magnificencia tanta, y producía en los de su alma un deslumbramiento que ni aun su razón podía explicarle. A las cuatro de la mañana nos hallábamos en la cúspide. Había desaparecido, si se quiere, una parte del encanto, pues ya habíamos llegado á la última grada de aquella escala que parecía  conducirnos á mundos desconocidos, sin lograr indicio alguno de haber adelantado ni un solo paso hacia ellos. Pero no tardó mucho tiempo en que se redoblara en todos la efusión de ánimo, hasta el extremo de que nos figuráramos estar presenciando en una sola escena el sublime drama de la creación del mundo y la aterradora tragedia de su destrucción. Salió el Sol por el mismo punto en que la aurora nos había anunciado por corto tiempo su pronta llegada: á nuestros píes se encontraban los deliciosos valles que circundan la Isla, cuyo aroma nos hubiera parecido percibir, á no ser por el olor del azufre que se exhalaba bajo nuestros pies, confundido con las bocanadas de humo, que ya se hacían perceptibles de una manera aterradora por los rayos de aquel mismo astro, que del modo más risueño y seductor, alumbraba los lozanos campos que á larga distancia teníamos. —En presencia de tal espectáculo no pudo menos nuestra mente de doblegarse con la más ingenua convicción ante la verdad de la existencia de una causa que produjera tanta maravilla, y nuestro corazón henchido de la mas intima efusión y no pudiendo ser contenido en nuestro pecho voló en alas del divino Éter, haciendo
á su salida que nuestros labios articulasen el más espontáneo creo y adoro. Por más de una vez no pudimos menos de exclamar también: en presencia de este espectáculo es imposible que el ateo deje de abrir sus ojos intelectuales á la verdad, pues basta con los materiales para conocerla. Allí sin esfuerzo
alguno se distinguen los principales atributos del Divino Ser, estampados en su obras. En la lozanía y belleza de los valles resalta la bondad de quien los formara para deliciosa morada del hombre; así como en los montes y cumbres, lugares inhabitables, pero que le sirven para utilizarse de sus productos; y por
último el Teide demuestra la Omnipotencia de aquel mismo ser: en él no encuentra el hombre nada para satisfacer sus necesidades físicas, pero en cambio halla allí una fuente donde apagar la sed más devoradora que puede sofocar su alma, y es la dada en religión. Allí aquella tiene que desaparecer desde el momento en que contempla magnificencia tanta, y allí es donde sin esfuerzo alguno acaba de convencerse de su gran importancia como ser inmortal, que llegará á unirse con el autor de obras que le hacen ruborizarse, si alguna vez tuvo orgullo de las que salieran de sus manos, y están expuestas á ser destruidas instantáneamente con solo una ojeada de aquel, que hiciese comprender al Teide la necesidad de que con su terrible depósito destruyera cuanto se le ordenara, y redujera á cenizas hasta la vanidad del mismo hombre, si posible fuera que de ella quedaran reliquias. 

No dejaremos de hacer mención de la cueva que se encuentra en lo más árido del volcán, y no lejos de su cráter, donde mana constantemente agua que vá quedando convertida en hielo, colocado simétricamente y que toma en partes las más preciosas figuras. Allí parece que la Naturaleza tuvo la complacencia de demostrar la existencia de su creador de una manera bella, que contrasta con la aterradora con que se dá á conocer en las inmediaciones de aquel mismo punto.

Para que esta memoria sirva de alguna utilidad concluimos con recomendar a todas aquellas personas que aún se se privan de gozar de los momentos más sublimes y agradables en la vida del hombre, que no tarden en proporcionárselos, imitándonos en nuestra expedición. Y reclamamos de quien corresponda se determine la mejora de la vía que conduce al mencionado Teide: lo cual es de absoluta necesidad, tanto por la más importancia que se daría á esta Isla, á la cual afluiría entonces el sin número de viajeros que en el dia dejan de hacerlo, temiendo les sea imposible llevar á efecto el único objeto de su venida: y además se libertará la Nación española de la mala nota que puede causarle el abandono de un monumento de la naturaleza que cualquiera otra envidiara poseerlo.

Orotava 5 de Agosto de 1864.
Antonio Mª. Casañas


Fuente: El Guanche 19/08/1864

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