Tomamos el relato de la expedición tal y como fue publicado en el Diario de Tenerife del 18 de septiembre de 1889
Componían el grupo de los expedicionarios el Capitán General de la provincia, Sr. Morales de los Ríos, sus hijos Teresa y José Manuel y los señores Gómez de Laserna, auditor de guerra del distrito, García del Castillo, Aguilar, Tabares Bartlett y Rodríguez, ayudante de campo de S. E.. A las 6 de la mañana del día 12 (12/09/1889) se partió del Valle de Orotava y subimos el Lomo alto contemplando el paisaje que presenta el fondo del Valle hasta llegar al monte verde donde el sol dejaba sentir a la hora de las 9 toda la influencia de sus rayos: ascendimos una media legua y paramos en un barranquillo de lecho arenoso a la sombra de una pequeña gruta donde almorzamos con buen apetito y descansamos mejor por espacio de hora y media, y a seguida nos pusimos en marcha no interrumpida hasta Las Cañadas, y allí, dando de nuevo reposo al cansancio, tomamos agua y mitigamos la sed, compañera inseparable del caminante. A poco nos encontramos en las canteras de piedra pómez del señor Aguilar que se hallan casi al pié del Teide. Eran las 3 de la tarde.
Fijar la mirada ante la soberbia mole que a un tiro de piedra se elevaba ante nosotros, y considerar que debíamos ascender á Alta vista antes que las sombras de la noche nos envolviesen, era cosa para preocupar a cualquiera que no fuera hijo del gran Tinerfe, ó montañés del Espiro; no había, pues, que perder tiempo y emprendimos la ascensión de Lomo Tieso logrando llegar á la caseta de Alta Vista á las 5 en punto, no sin antes descansar también en la Estancia de los ingleses. En la caseta, ya entrarla la noche, comimos y pernoctamos muy bien, debiendo al a galantería de su dueño D. Rafael Frías inolvidables atenciones. A las 2 de la madrugada salimos con nuestros guías hacia el cráter, y al amanecer estaba colmado nuestro anhelo: nos encontrábamos en el vértice del ingente monte, donde clavamos un asta con la bandera española, y soltamos un casal de palomas mensajeras que con rara velocidad llegaron á su destino. ¡Animalitos! Fue de notar la intrepidez de la señorita de Morales de los Ríos,—que alguien llamó propiamente la Dácila de la excursión,—quien llegó en segundo término a la cima de la eminencia. Era digno de toda atención e! espectáculo que se ofrecía á la vista… dijo Ignacio, jefe de los guías: "llevo nota de mis subidas; cuento doscientas con la de hoy, y solo tres veces he visto las siete islas. A la salida del sol la sombra del Teide se proyectaba sobre la Palma rebasando sus montes, y el mar parecía un estanque oscuro. La cavidad del cráter tiene un aspecto aterrador; enormes y amarillentas rocas diseminadas en desconcierto extraño, en medio de un silencio profundo que interrumpe á intervalos el ruido perceptible de las emanaciones sulfurosas que surgen de sus entrañas; y el humo cárdeno que deja escapar por los resquicios de negras hendiduras, viene á ser como un remedo del abismo infernal; páramo de muerte donde cada piedra parece guardar un sepulcro de demonios... si los hay. El termómetro de nuestro amigo señor García del Castillo acusaba cero en esta altura. ¡Qué gusto! Eran cerca de las 7 de la mañana cuando empezamos á descender dirigiéndonos a Alta vista a fin de hacer el último descanso y almorzar para emprender la jornada de regreso, Llegamos á las 9, deteniéndonos al paso en la Cueva del hielo que es de lo más curioso de aquella región. No era aún el medio día cuando abandonamos el Pico, en dirección á la Orotava, nuestro punto de partida; y á las últimas luces de la tarde nos encontrábamos en el hotel de Fumagallo…
Fuente: Diario de Tenerife – 19/09/1889 (buscador Jable)
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