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domingo, 29 de diciembre de 2024

LOS QUE HAN SUBIDO A TEIDE: M. DE LA-ROCHE - 1848

M. de La-Roche subió al Teide el 20 de septiembre de 1848.

RECUERDOS DE UN VIAJE AL TEIDE


Fuente: M. de la Roche - "Revista de Canarias" del 8 de febrero - 1880

"En 10 de Setiembre de 1848 á las 4 de la tarde salí de Santa Cruz de Tenerife, á caballo, con dirección á Tacoronte, donde debía pasar la fiesta del Cristo, que allí se celebraba, y salir en seguida para verificar la ascensión al Teide...

…habiendo concluido nuestra comida ya de noche y con un tiempo claro y despejado que nos anunciaba un feliz viaje al Pico...."

…El día 20 a las 12:30 nos levantamos; y después de haber esperado cerca de hora y media a que todos los arrieros se reuniesen, nos preparamos á montar en nuestros mulos á la 1:37, con buen tiempo. Electivamente: a dicha hora nos pusimos en marcha alumbrados por la luna, cuya claridad nos hizo marear a Cumella y á mí, y guiados por un paisano llamado Juan Polo, que en otro viaje había servido de guía a Abel Aguilar.

Durante el viaje, que hicimos lentamente, abrigados con nuestras respectivas mantas, dispuestas como las que usan los hombres del campo de este país, se cantó y se embromó para hacer menos desagradable la aspereza del camino. Al amanecer se examinó el termómetro, el que había bajado hasta 8º. Seguimos nuestro camino y á poco descubrimos el Teide iluminado y majestuoso. No es fácil expresar la sensación que nos causó su vista, que ciertamente es objeto digno de la pluma de un poeta. A cosa de las 7 nos detuvimos para almorzar, lo que se verificó con un regular apetito; habiendo concluido á las 7:15, a cuya hora soplaba un viento fresco del N.N.O. A las 7:30 volvimos á montar. A las 8:15 nos detuvimos de nuevo en el llano de Pedro Hernández, donde Abel Aguilar y Cumella tomaron ejemplares de algunas piedras volcánicas (entre ellas, de obsidiana, que es de una belleza notable). Hiéranse algunas paradas más, y por último llegamos á las 9:30 á la "Estancia de los Ingleses".

Este sitio, donde los viajeros que visitan el Teide se guarecen del sol y aguardan la hora conveniente para verificar la ascensión, se reduce á unos cuantos grandes trozos de rocas volcánicas, á cuyo al redor hay algunas piedras para formar una especie de abrigo donde pasar las noches. Desde una altura inmediata ala Estancia vimos claramente la Isla de Canaria y algo más confusas las de Lanzarote y Fuerteventura. Luego los cinco amigos expedicionarios nos acostamos sobre nuestras mantas, á tin de recuperar con el sueño las fuerzas perdidas en las noches anteriores. Después de haber dormido algún tiempo, y siempre recostados, mi mente no pudo menos de remontarse á la época en que se encontraba en actividad el famoso volcán, que visitábamos con el único objeto de admirar los asombrosos efectos de aquel inmenso y no bien apagado foco de fuego subterráneo...

En la Estancia comimos á las 3 de la tarde, y después estuvimos viendo la isla de Canaria, y las de Lanzarote y Fuerteventura, que parecían verse allá entre nubes; pero lo que más admiración nos causó fue ver el cono de sombra que el Teide formaba al declinar de la tarde, y que fue prolongándose a través de la parte oriental de la isla de Tenerife, en seguida por el mar hasta tocar el límite del horizonte, y luego en las nubes, á la manera de una inmensa pirámide que fuera á tocar en el cielo con su cúspide. Mientras se prolongaba más y más el cono de sombra, el sol iluminaba aún con su luz entre dorado y rojiza las montañas volcánicas situadas á nuestra derecha é izquierda, hasta que al fin, el sol puesto, desapareció todo y el crepúsculo apenas suministraba luz para descubrir la gran parte de la Isla devastada por las lavas del Teide. El termómetro marcaba entonces 7º; el silencio más imponente reinaba en aquella soledad, y sólo se oía la voz de uno de nuestros compañeros que á alguna distancia observaba cantando el mismo espectáculo.

En la Estancia de los Ingleses pasamos la noche con las incomodidades consiguientes á lo intenso del frio y á lo desabrigado del sitio. Sin embargo, a pesar de esto y del viento que soplaba, dormimos alguna cosa al calor de las hogueras de leña de retama que los arrieros habían cogido en los contornos. A la 1 de la madrugada nos levantamos, y después de haber tomado café montamos á caballo, es decir en nuestras mulas, y llegamos a Altavista media hora después . A los 10 minutos empezamos a subir el volcán a la claridad de la luna, que no nos hubiera impedido rompernos cien veces la cabeza, á no ser por el práctico que nos acompañaba, con el que llegamos á las 4:30' ' al pie del Pan de Azúcar, donde descansamos un rato después de haberlo hecho diez ó doce veces en el Malpaís del volcán. Impacientes por llegar á la cima del Teide, empezamos á trepar el Pan de Azúcar, y llegamos á la cúspide del cono de 20 a 25 minutos después. Nada más imponente que el mirarse á más de 13000 pies de elevación sobre el nivel del mar, en el punto culminante del archipiélago canario, dominando las seis islas que rodean a la de Tenerife, a la que parece hizo la naturaleza superior á las demás, tanto por su riqueza, población y producciones, como por ese elevado monte que la enseñorea. El alma experimenta sensaciones difíciles de describir, y que no es fácil comprender al que no las ha sentido. Al nacer el sol, la sombra del Pico se proyectaba precisamente al occidente, por ser el 21 de setiembre, formando un fenómeno en sentido inverso al que observamos la tarde anterior desde la Estancia de los Ingleses. El cráter del Teide está cubierto de las más variadas materias volcánicas, entro ellas azufres y otras que se conservan á una temperatura bastante alta, á causa sin duda de los fuegos interiores. Por diferentes puntos se veía exhalar un vapor sulfúrico que causaba una incomodidad bastante grande á la respiración. Por fin los grupos de nubes que se veían bajo nuestros pies, semejantes á un mar inmenso de algodón agitado por las más variadas ondulaciones, causaban un efecto sorprendente. A causa de dichas nubes no pudimos ver sino la isla de la Gomera y más confusamente las de la Palma y el Hierro, que, con las que habíamos visto la tarde anterior, completan las seis circunvecinas.

Poco antes de las 8 de la mañana tomamos en el cráter un corto desayuno, y en seguida bajamos el Pan de Azúcar en breves minutos y nos dirigimos por el Malpaís al Pozo de la Nieve, al que nos descolgamos por medio de una soga, habiendo vuelto a subir haciendo uso de la misma, después de haber examinado el hielo perpetuo que en dicho pozo se encuentra depositado, y bebido del agua fresca que encierra. A las 9:10 partimos del pozo de hielo y llegamos en 20 minutos a la Estancia, desde la cual, habiendo almorzado antes, nos pusimos en marcha par ala Orotava, a cuyo pueblo llegamos a las 3 de la tarde sin que en nuestro viaje nos hubiera ocurrido ningún suceso desagradable. El camino que a la ida habíamos pasado de noche, ofrece el espectáculo desolador y los efectos consiguientes a las repetidas erupciones volcánicas del Teide, así es que produce la sensación más desagradable que puede imaginarse."



Fuente: M. de la Roche - "Revista de Canarias" del 8 de febrero - 1880


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